viernes, 22 de mayo de 2009

Maria Cristina Orantes (El Salvador)

Tiempo presente

Aquí ya nadie sueña ni canta ni ríe.
Con el drama asomado a sus horas fermentadas,
los autómatas vagan
en el vacío que les consume la existencia
y errabundos
deambulan sobre la sal que arde.
Aquí ya nadie cree,
ni siente, ni se lava el alma.
Tan sólo en los golpes del hacha
día a día se derrama la sombra
y a manos llenas se reparten palabras
sobre muertos hambrientos
que se disputan la hiel para regar sus huesos,
talvez así florezcan...
Aquí ya nadie ni vibra
ni piensa ni sueña
y lo que es peor
ya nadie resucita.

Testimonio

He visto desde siempre a la indolencia
deslizarse en mi calle,
a la conciencia disfrazarse con su traje de gala,
he visto a la memoria sepultarse,
colocarse la lapida
y sembrar un jardín
sobre las ataduras que han sido una mortaja.
He visto tanto, oído tanto
y también he callado,
mientras, señalada por todos los que vemos oímos y callamos,
la imagen del silencio
permanece en la esquina,
sometida, odiada, escarnecida,
vuelta intriga y murmullo,
chisme y ultraje.
Y es que hemos sido todos cómplices en la farsa,
por cobardes, por necios, por mezquinos y torpes,
porque no vemos nada en realidad,
no oímos nada,
porque somos también
los demás invitados a la fiesta.

Destino

Que porque soy mujer
he de tejer bufandas,
bordar iniciales en las blancas fundas,
distinguir el sabor del romero y del tomillo,
dar la sazón que ha de catar el amo.
Que porque soy mujer
he de barrer el suelo y hasta el nombre,
ser prudente, recatada, sumisa
y debo estar dispuesta a reiniciar la historia,
a bajar la mirada y a decir que no siento
cuando siento que me revienta el alma,
harta ya de pasar,
como jugosa herencia,
de las manos del padre a las del nuevo dueño
que ha de tomar lo suyo
cuando le venga en gana
y sin que yo forme parte del asunto,
salvo para hacer acto de presencia,
sí, de presencia silente.
¡Para eso la alianza está bendita
y por todas las leyes aprobada!
Que porque soy mujer y porque soy más frágil,
eso dicen...
pero también más fuerte -clama mi memoria ancestral-
que he parido cinco hijos y sé de las verdades de la carne,
del silencio en la piel
y de los amuletos que abrazan la esperanza.
Que porque soy mujer,
que porque esta es mi cruz
y he de llevarla conforme y resignada hasta el final
igual que así lo hicieron la madre, abuela, bisabuela
y todas las demás de nuestra historia,
que porque siempre ha sido de este modo,
que porque es el destino
y Dios así lo quiso.
Qué porque soy mujer
he de empeñar la vida
que nunca ha sido mía.

Radiografía

Somos así:
ingenuos todavía,
sonrientes, parlanchines,
juguetones, hambrientos de ternura,
benévolos a veces y otras veces oscuros y mezquinos,
ansiosos por comernos la vida
y por sacarle el jugo a toda costa,
aferrados al rostro de la última esperanza.
En medio del derrumbe
recogemos la sonrisa del suelo
y la pegamos luego
en el hueco que nos dejó la boca
y entonces nos volvemos indómitos y fuertes
solamente por fuera,
pero nos derretimos hacia adentro
y lloramos
y queremos ser otros tan distintos.
Somos así: seguidores de estrellas,
soñadores, románticos, poblados de innombrables insomnios
e indiscutiblemente necios.
Tropezamos con los huesos
de otros que un día cosecharon promesas
y que también miraron las estrellas.
Caemos, nos levantamos,
nos miramos las manos
y creemos en cuentos y en milagros,
nos sentimos solos y desvalidos
entre tanta tormenta
que trata de arrancarnos de nuestro purgatorio
al que pertenecemos
y entonces luchamos a manotadas,
a dentellada limpia, a gritos y a arañazos
defendiendo nuestras hierbas secas,
nuestras aguas sin vida, nuestro sol calcinante,
nuestras piedras, nuestros muertos,
nuestra miseria eterna y nuestros sueños,
lo único que nos queda.

¿Dónde están los silencios?

¿Dónde están los silencios?
Dicen que deambularon
en las tempestades de los centros comerciales,
que los vieron temblando, apresurados,
bajo el trote de esa gente
que no va a ninguna parte,
que se oyen sus lamentos
por no encontrar cabida
en las prisas absurdas de un hotel de paso,
que se perdieron
en medio de los gritos incoherentes,
pasajeros de la manifestación de turno,
dicen que se estrellaron
contra los alaridos
en el ultimo concierto de rock,
que fueron soterrados
por el parloteo incesante de las damas
a las que el secador de pelo
les quemó las últimas neuronas,
que fueron apedreados
por el alud de voces en un mitin político,
que los pisotearon las sonrisas de plástico
de las aspirantes a Miss cualquier cosa,
que los congeló la globalización,
dicen que se apagaron,
que los exiló la vida,
que se murieron
y que dejaron por testamento
una página en blanco.

A aquellos que tienen un cielo bien ganado

Dicen que hay que dar gracias
por haber aguantado el huracán,
por haber esperado que pasara la noche,
ahora es otro día
y hay que seguir, de frente,
levantarse en medio de tantos que quedaron
ahí, junto a nosotros.
Hay que seguir con todo a cuestas,
levantando el pasado con los puños
y sosteniendo el hoy con la mirada,
esperando un mañana…
Siempre entre ruinas,
apartando los huesos de los que fueron débiles,
los que no lo lograron,
y volver a caer y volver a surgir entre más huesos,
entre cuerpos sin almas,
entre sombras
y continuar viviendo por los que no pudieron
y ganar ese cielo prometido
viviendo la tormenta.

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