Llegada por avión a Nicaragua
El canto del viento me recibe
en la noche de Managua.
Tantos que murieron de amor
se pasan secretos en la oscuridad.
De la ciudad se alza un susurro
que se hace brisa
y mueve las ramas de los árboles.
Desde el avión
la ciudad es como un cielo lleno de estrellas que titilan.
Azul y ocre la pequeña metropolis se extiende
como un cielo yacente sobre la tierra
-¿por qué titilan las luces de Managua?-
He visto las noches de tantas ciudades desde el aire
y ninguna parpadea como ésta
Son las ramas, me digo,
Almendros y robles de los boulevares
Agitando sus brazos sobre las luminarias
para crear el espejismo que busco resolver
desde la butaca del avion que me trae de nuevo
al resplandor de mi pasado.
Aquí una vez se alzó un pueblo como un puño
a tomarse el futuro.
Todo eso se posa sobre mi mente mientras la nave desciende.
Allá, en aquel trecho del aeropuerto, aterricé yo un día
llegada del exilio y la vida del despatriado.
Ese mismo asfalto me vio llegar también
cuando la pista estaba iluminada por candiles
en tiempos de la guerra y la necesidad.
Las pequeñas lámparas de aceite iluminando la ruta
como una metáfora encantadora, triste, pero colmada de desafío.
Tanto pasado se acumula en mi corazón
que a veces siento que no tengo sitio para el presente
Mucho menos éste presente descarnado y fofo,
este presente sin presencia,
un presente donde la ausencia de cuanto fue
es el agujero negro de ese cielo yacente donde se posa
el boeing que me trae.
A la hora de embarcar este vuelo
he visto reírse a los sobrecargos del avión
comentando la cantidad de equipaje de mano que han tenido que acomodar.
Uno llega a la puerta de salida del vuelo a Managua
y sabe que ha llegado a otro país.
Los pasajeros son dicharacheros y van siempre recargados
Se apiñan en la puerta de salida a la hora de abordar
como si temieran quedarse sin asiento de no estar de primeros en la fila.
Las mujeres van hermosas, bien adornadas, porque saben que estará toda su familia a recibirlas, queriendo ver si les asentó el viaje, si lucen distintas, más guapas, si traen ropa nueva.
Siempre pienso en Cortázar y en su descripción del viaje al país de los cronopios.
Esos dulces habitantes de la inocencia y la espontaneidad.
Nicaragua es el país de los cronopios.
Uno sabe que ha llegado ante de llegar
por todas estas señales que menciono
y que a mí sólo me multiplican el amor y la nostalgia
por esa desfachatez
con que cualquiera que no quiere caminar
largos pasillos en aeropuertos extraños,
pide una silla de ruedas.
Cuando llegan los vuelos de Managua
hay una larga fila de empleados de la aerolínea esperando el pasaje
cada uno con una silla de ruedas
como si el avión acabase de llegar de un país de inválidos.
Yo me sonrío
e imagino a la mujer diciéndole a la vecina
la estratagema que usará para transitar por el aeropuerto descomunal
sin caminar un paso o preocuparse de nada.
En tiempos de la revolución muchos aplaudían cuando el tren de aterrizaje
rechinaba contra el suelo.
Ya no se aplaude pero la excitación no decae
Pocos llegan a su país con tanto entusiasmo como mis paisanos
Pocos viajeros en el mundo hoy día son recibidos con tanta algarabía
por las familias apretujadas contra el vidrio del salón de desmbarque donde se reclama el equipaje
Todos están allí lanzando besos, alzando brazos no más divisan al que han extrañado,
ese mismo, esa misma, que sale oculto detrás de incontables maletas gigantescas
donde infaltablemente vendrán regalos para todos.
Es pobre mi país
pero brilla como un cielo caído al descuido sobre la tierra,
un cielo como un tapete mullido
dulce, juguetón, como el abrazo de un niño.
Carga cerrada
Potpurri poético
He oído la lengua de mis antepasados en sueños.
He visto sus figuras en habitaciones confusas
que solo puedo nombrar con el habla ajena
de quienes para siempre los confinaron
a la región de las sombras.
No entiendo sus palabras
pero en los sueños se alargan como palmeras
brillan como las plumas del Quetzal.
¿Cómo habrán sido los mercados en Tenochtitlán?
el pregón de los vendedores de penachos de papagayo,
la voz de la mujer ofreciendo quequisques o yuca
la sombría voz del vendedor de papas?
¿Con qué palabras sonando a río o aguacero
se declararían el amor el héroe del juego de pelota
y la muchacha dulce con las cestas de jipijapa?
Las palabras de los pueblos se parecen a sus montañas
y a sus lagos
se parecen a sus árboles, a sus animales.
¿Cómo sería la lengua que hablaría de los ceibos
y los jaguares
de la luna incandescente y ecuatorial
de los volcanes erectos?
He oído la lengua de mis antepasados en sueños,
en habitaciones confusas que sólo puedo describir
con la lengua del despojo.
Nicaragua, mi amor,
mi muchachita violada
levantándose, componiéndose la falda
grita se pone brava furiosa
parece mentira cuanta bulla mete y como resiste
aviones minas pirañas maldiciones en inglés
discursos sobre cómo bajar la cabeza
y no se deja se suelta pega carreras
y allá va el General la colina los cohetes reactivos
las columnas verdes avanzando sembrando
haciendo ingenios de azúcar
rios de leche casas escuelas
viento que sacude el miedo
nacimos para esto
reimos por esto
entre dientes andamos la rabia y la esperanza
no nos dejan no los dejamos
ni a sol ni a sombra
pais chiquito pero cumplidor
Nicaragua lanza, lanzada, atrevida, chúcara, yegua
potreros de Chontales donde Nadine sueña caballos percherones
y soñamos en surtidor
tenemos una fábrica de sueños
sueños en serie para los descreídos
de aquí nadie sale sin su arañazo en la conciencia
nadie pasa sin que le pase nada
país de locos, iluminados, poetas, pintores
carne y hueso de gente que acierta y se equivoca
que prueba y vuelve a probar
Este país me somete a su pasión, a su locura
a la droga de tardes incendiarias
donde volcanes caminan horizontes abajo
sin que nadie los detenga
Este país suda sus mediodías luminosos
para que yo crea en la torva perversidad de su belleza,
para que no levante el sudario resplandeciente de sus paisajes
y vea a la muerte traficando huesos bajo mis narices
Embadurnada de lágrimas me tiene este país
Sale la luna alfanje a descabezar luciérnagas
los grillos cantan notas de sopranos imposibles
Los vientos alisios revientan olas invisibles en mi balcón
Pero ya no hay belleza que me engañe
ni arrullo que me haga dormir
Managua,
Sal en la herida
Garras
En carretas de bueyes
bajan despedazados árboles
hacia anónimas piras funerarias
Transeúntes oscuros ambulan orillas
bordeando muertes involuntarias
En la esquina
el hombre agita billetes bajo el sol
De lentos buses
se desgaja la gente como racimos
piernas se mezclan con picos de aves
que cuelgan defenestradas, yertas
Trabajosamente se abre paso
la arena el cemento
el obrero amarra pañuelos sobre la frente
del mediodía
El taxi de las mil reparaciones
rueda sobre el caucho desigual
Distraído el chofer se detiene
donde mejor le parece
Sal en la herida
una ciudad con cientos de peatones
sin pases indicados para ellos
Los carros a toda velocidad
la mujer con el niño cruza la calle
Cierra los ojos
LLegar al otro lado es tan incierto
Pero se hace hábito la incertidumbre
Hay que correr. El niño se lanza sobre el parabrisas
con el trapo sucio, mojado
fingiendo ignorar el desprecio
La anciana con el cartelón sobre el pecho
Muestra sus piernas su rostro
carcomido por el hambre y la mendicidad
Sal en la herida
Garras.
Laberintos para no mirar.
Desde mullidos asientos, el radio
el aire acondicionado, el celular
La vida es otra para otras
Las fuentes. Las luces de neón.
Flor de Caña, Coca-Cola, Cerveza Victoria.
Los cigarrillos. La rotonda de los vicios.
La catedral atrás espera esconderse un día
tras un bosque de palmeras
En el centro del esplendor ir de compras
Mas tarde ir a rezar por los que no alcanzaron
el umbral iluminado del centro comercial
Rezar es cómodo. La catedral es fresca y silenciosa
No se oye llorar, ni los frenazos, ni el niño atropellado.
Qué suerte la tuya de estar muerto Carlos Fonseca
que suerte que la tierra te proteja y te ciegue
que ningún Nazareno impertinente pueda decirte ya
Levantate y Anda
que sea sólo poesía la frase de Tomás
de que sos de los muertos que nunca mueren.
En el Motastepe la grama borra las siglas del FSLN
pero es más lo que se ha borrado, mucho más
la ceniza de tantos sueños se alza hoy en espirales
sobre el verdor siempre igual y feroz de Nicaragua
pero también es algo más que los sueños
lo que se ha hecho humo
lo que se ha muerto y a diario nos persigue con su olor a carroña.
Ojala que las hormiguitas no te lo cuenten
Que el pueblo te arrope en su pobreza
y te proteja hasta de nosotros mismos
¿Dónde escondo este país de mi alma
para que nadie más me lo golpee?
Nicaragua herida sangra lodo
por las llagas abiertas de su corazón?
¿Quién te sanará país pequeño?
¿Quién te protegerá?
¿Quién después de la cólera y el trueno
te cantará una canción de cuna para apaciguarte
para que volvás a tener fé
y te alcés sobre verdes montañas
a divisar el horizonte?
Mi tierra de fuego y agua
hablaste con voz ronca de país endiablado
Shhhhhh, callate ya paisito cansado de llorar.
¿Quién le canta una canción de cuna a Nicaragua?
Empecemos. Hagámoslo todos.
Hagamos la claridad
en este nuestro país
suelto en llanto.
Dormite Nicaragua
Dormite mi amor
Dormite paisito
de mi corazón.
Del libro Fuego soy apartado y espada puesta lejos, Editorial Visor, Madrid 2007
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viernes, 22 de mayo de 2009
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A Gioconda Belli hay que leerla despacio, analizarla sin apresuramiento y valorar esa conjunción de vigor entramado en espacios de tierna nobleza.
ResponderEliminarGracias Norma, por estas entregas
Betty Badaui