I
Entonces, papá cantaba dos palomitas…
junto a mi cama.
¿Quién ha cortado?
Cuando al fin sentía que los ojos se cerraban,
acostaba mis párpados,
tus bellas alas
para que el sueño, los llevara.
Recuerdo a los óstracas
atrapados en el limbo….
paloma
Recuerdo, en las playas de la antigua Argentina,
al hombre de pie
(que ve marcharse al alma por las abiertas
bocas de nácar)
Ha detenido
Entonces….las lapas aferradas
al acantilado de la nuca,
las caracolas y caracoles,
asidos a los pliegues y agujeros de mi ropa
tu vuelo.
II
Buscaré mi rostro
nuevamente.
Abriré los gajos de
temerosas vigilias
sobre el hecho de muerte
de las clasificaciones.
Papá escapó a la noche
Se quedó junto a mi cama,
mientras cruzaban
sus pies, la frontera
mamá me dejaba
jugar con los collares
de la cajita a lo alto del estante,
(la de flores azules)
en el ropero de espejos biselados.
Ahora es ella quien me besa,
abriéndole las puertas
a la luna
La noche lo lleva a cuestas
Estalagmitas talladas en eclipse,
piedras como grosellas facetadas,
Durante las horas quietas
de jarabes y de fiebres
de siestas y ponientes…
Papá cruza la frontera,
Oruro lo oculta
entre los infinitos caireles
del universo.
Cantaré a las calles nuevamente,
regresarán los óstracas
a mi cuerpo.
III
Ernesto no respira
Apenas esboza una mirada
de arroyo
en el ritmo desesperado de sus
bronquíolos,
profundamente rebeldes
y mágicamente equivocados.
Para esos ríos en plena quebrada
del territorio de sus pulmones
lo vieron recoger gotas del aire
en hojas del Chapare,
aquella tarde.
Lo vieron alimentar a un niño
con pétalos de pasionaria
y arrojarse a la muerte,
una y mil veces
abrazado a la higuera
del precipicio de
nuestra Latinoamérica
Regresó...
del sudor de la frente y el hedor a bagazo
Regresó sin saberlo
del agua con que lavaron su sangre
para que nadie la viera.
¿ Quién querría hermano, morir en una escuela,
con cada izamiento, todos los días ?
¿Acompañarse a la tumba,
por un agente de la C.I.A.?
Señor que duermes:
Contra toda naturaleza,
queremos despertarlo.
Contra la década del silencio
queremos respirarlo.
Tan solo unos cuantos combatientes,
atrapados en la selva,
para devolvernos su rostro
para poder siquiera nombrarlo
(queremos despedirnos)
porque nadie ha logrado
inscribirnos la leyenda:
Ernesto no respira
viernes, 22 de mayo de 2009
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